En este episodio de BIMrras nos ponemos serios, aunque sea con risas. Y lo hacemos para hablar de algo que llevamos tiempo sufriendo: nuestros amados (y odiados) softwares de autoría BIM. Esos que deberían estar a la vanguardia y se han convertido en herramientas perezosas, con actualizaciones cosméticas y mejoras que no mejoran nada.
Ya no hablamos de innovación. Hablamos de parches. De que los programas más usados en el sector AEC parecen vivir en un ciclo de versiones que solo añaden lo justo para justificar una nueva licencia. De una industria incapaz de adaptarse a sus propios usuarios. De una falta total de visión en un entorno que necesita justo lo contrario.
Y sí, en este episodio lo decimos sin anestesia.
Bienvenido al episodio 181 de BIMrras
BIMrras es el Primer Podcast Colaborativo sobre BIM en español ¡El PODCAST sobre BIM que Chuck Norris no se atreve a escuchar! Donde 3 arquitectos BIMtrastornados discutimos sobre todo lo relacionado con el mundo del Building Information Modeling.
Dirigido a todos los profesionales que intervienen en el ciclo de vida de una edificación o infraestructura, desde las primeras ideas o intenciones, pasando por las fases de diseño, construcción y mantenimiento, hasta su desaparición.
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181 Software BIM ¿Innovación o refrito?
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De qué hablamos en este episodio: 181 Software BIM ¿Innovación o refrito?
- 00:00 Introducción y presentación del equipo
- 04:10 Tema central: estado actual del software BIM
- 10:20 Problemas de instalación y consumo de recursos
- 17:30 Críticas a la falta de innovación en software
- 24:30 Dificultades de usabilidad y experiencia de usuario
- 33:00 Software paramétrico y gestión de datos
- 43:15 Nuevas propuestas: plataformas web y modularidad
- 48:40 Problemas de diseño desde el enfoque del desarrollador
- 54:00 Fragmentación del software y necesidad de interoperabilidad
- 59:10 Limitaciones del software en fase de obra
- 1:10:20 Reflexión final sobre el futuro del software BIM
181 Software BIM ¿Innovación o refrito?
¿Innovar? Mejor cambiar el icono
En este episodio nos hemos soltado, pero con razón. Porque ya está bien. Llevamos años tragando con que nuestros queridos programas de modelado “evolucionan”… y lo único que cambia de una versión a otra es el iconito del splash screen. En serio, ¿cuánto tiempo más vamos a aceptar que nos vendan humo con actualizaciones que no arreglan nada?
El modo oscuro, por ejemplo. ¿De verdad eso es una mejora? Que sí, que queda más bonito si trabajas de noche en un garaje. Pero no mejora nada. Es cosmética, es como pintarle los labios a un cadáver y decir que va a salir de fiesta.
Y luego están los rediseños de iconos, las pantallas de bienvenida “más limpias”, las animaciones… Pero el navegador de archivos sigue igual de inútil, las búsquedas no funcionan, y para encontrar una propiedad en un objeto tienes que rezar a San Dynamo. Eso sí, ahora te meten “IA” que lo que hace es comparar capturas de pantalla entre versiones. Literal. No es una broma.
Lo peor es que ya ni se esfuerzan en disimular. Todo está montado para sacar otra versión, cobrar otra suscripción y seguir girando la rueda. Cambiar el motor del software, modernizar la base, quitarle la roña que arrastra desde 2009… eso no. Eso cuesta. Así que nos dejan con una carcasa nueva y un interior que cruje por todas partes.
Cuando abrir el programa es un deporte de riesgo
Y claro, con estos mimbres, lo que debería impulsarte te frena. Es abrir el programa y ya notas que te está quitando ganas de trabajar. ¿Instalarlo? Aventura. ¿Arrancarlo? Suspense. ¿Que no pete a los cinco minutos? Ciencia ficción.
El programa arranca como un avión… pero uno de esos que no despega. Y si tienes la suerte de que funcione, vas a encontrarte con menús eternos, botones que cambian de sitio sin motivo y flujos de trabajo dignos de un escape room. Aquí no se piensa en el usuario, se piensa en el programador. Si entiendes cómo funciona es porque llevas 15 años sufriéndolo.
Y cuidado con que quieras hacer algo fuera del caminito. Porque cada nueva función parece pegada con cinta de embalar. ¿Análisis energético? Está ahí. ¿Gestión de nubes de puntos? También. ¿Funcionan bien juntas? Ni por asomo. Son añadidos, parches, accesorios que no saben convivir con el resto.
Así se va formando una especie de Frankenstein digital: un montón de piezas que no casan, una experiencia de uso que da vueltas sobre sí misma y una sensación constante de estar haciendo de tripas corazón. Y la guinda: muchas de estas decisiones no tienen nada que ver con lo que necesitamos. Son excusas para justificar que el programa sigue “avanzando”.
Todo en uno, todo mal
Claro, luego te preguntas por qué cuesta tanto que la gente nueva entre. Porque para usar algunas de estas herramientas hay que tener fe. Fe ciega, fe infinita… y estómago. No es una curva de aprendizaje, es una pared vertical. Y eso, en un sector que necesita renovarse urgentemente, es pegarse un tiro en el pie.
Y por si no fuera suficiente, seguimos anclados en la fantasía del “software que lo hace todo”. Que si modelar, que si calcular, que si documentar, que si planificar… Todo en uno. ¿Resultado? Un programa mastodóntico, torpe, que no se integra con nada y que, encima, se cree el centro del universo.
La interoperabilidad brilla por su ausencia. Nos la prometen en cada presentación, pero luego tienes que estar exportando, importando, corrigiendo, rezando. Nada fluye. Lo que tendría que ser un camino sin baches se convierte en una gincana con minas antipersona. Y al final, todo el equipo acaba trabajando en lo mismo, en el mismo programa, porque “es lo que hay”.
Se habla mucho en el episodio de que lo lógico sería repartir el trabajo entre herramientas que hagan bien una sola cosa. Que se comuniquen entre ellas. Que no se solapen. Pero para eso hay que pensar distinto. Los fabricantes tendrían que dejar de pensar en cerrar ecosistemas, y nosotros tendríamos que dejar de aceptar que esto es normal.
Porque no lo es.
Y cuando creías que no podía empeorar: el BIM se va a obra… y se queda en la oficina
En el tramo final del episodio, la cosa se pone más seria —si eso es posible—, porque nos metemos en el agujero negro del BIM: la obra. Ese lugar misterioso donde los modelos van a morir. Donde lo que dibujaste con mimo en tu despacho no sirve para nada porque no hay forma humana de usarlo sin que alguien grite “¡ponlo en papel!”
Y no es por falta de datos. No es porque el modelo no contenga información. Es porque el software no ha pensado nunca en quién está en la obra, en el frío, con guantes, con el móvil sin batería y con prisa. Las herramientas que llegan a obra o son absurdamente simples o son tan complejas que solo las entiende el BIM manager… de otro proyecto.
Se habla de apps, sí. Se habla de Dalux, de ACC, de visualizadores. Pero nada está realmente conectado. Todo va en paralelo. El modelo se hace en una dirección y la obra en otra. Y en medio, un montón de PDFs impresos, capturas de WhatsApp y “esto te lo marco en rojo”.
Porque claro, tú proyectas pensando que ese modelo va a guiar la ejecución. Pero luego resulta que lo que entregas no es legible, ni navegable, ni útil. A veces ni siquiera se abre. Así que vuelta al plano en A3, a la sección dibujada a mano, y a interpretar lo que el modelador quiso decir con ese muro sin grosor definido.
Y aquí es donde te das cuenta de que el software no cruza el puente. Se queda en el lado del diseño. No baja al barro. No se mancha. No habla con los que están montando la estructura, ni con los que hacen la instalación. Y lo más triste: no está diseñado para hacerlo.
Porque si el modelo no sirve para construir, ¿entonces para qué sirve?
En resumen: no es que el software BIM sea malo. Es que está diseñado para otra época.
Está hecho para un mundo donde todo se imprimía, donde el diseño se hacía en despachos cerrados y donde nadie pensaba en mantenimiento, ni en interoperabilidad, ni en obra, ni en flexibilidad. Y nosotros seguimos arrastrándolo como si no hubiera otra opción.
Pero sí que la hay. La opción de exigir más. De no aplaudir el modo oscuro como si fuera un avance revolucionario. De dejar de sufrir y empezar a pedir herramientas que estén realmente al servicio del proyecto, del proceso y del profesional.
Y mientras eso no llegue, al menos tenemos el podcast para desahogarnos.
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